8 de febrero de 2009

USTED QUÉ OPINA




Hace años, (demasiados) trabajé en un Video-Club en Elda.


Tengo una divertida anécdota de aquellos años ocurrida con un cliente del cual no olvidaré nunca su nombre, que he contado en muchas ocasiones y que paso a dejarla también flotando por esta blogosfera.

Era una mañana entre semana, de lo más tranquila. Entró un cliente que tras un superficial repaso eligió una pelicula.
Tras dejarla encima del mostrador me preguntó tan escueta como educadamente:
-¿Usted qué opina?
Recuerdo que la película se titulaba FX- Efectos mortales, una pelicula que en su día ví en el cine y me gustó mucho.
Le contesté de forma escueta también; :
- Está muy bien, le gustará, seguro.
Procedí como de costumbre a pedir su número de socio, y sorprendentemente, tras hacerlo, me volvió a preguntar sin decirmelo y en un tono identico:
-¿Usted qué opina?
Me quedé ligeramente desconcertado, -será que quiere un poco más de cariño en mi opinión- pensé, y mientras miraba la carátula le dije:
- Bueno, la película trata de un especialista de efectos de cine, y tiene una trama entre suspense y thriller policiaco. Creo que no le va a defraudar...
Me quedé pensando si habría sido suficiente, y le volví a preguntar:
- ¿Me dice el número de socio...?
- ¿Usted qué opina?- me dijo de nuevo de forma algo más contundente, sin cambiar, eso sí ,el gesto serio de su cara.
Trague saliva. Joder, este tio debe estar colgao- pensé. Pero no me cuadraba, aquel tipo bien vestido y educado, no parecía un friki ni tenía aspecto de estar mal de la cabeza, pero aquello tampoco era normal, así que en un definitivo intento de convencerle con mi opinión, no se me ocurrió otra cosa que contarle más detalladamente la trama, a ver si así...
- Pues, ya le digo, la trama es muy buena, un mafioso, que es testigo protegido de la policía, y solo se presta a declarar si fingen que lo asesinan en un restaurante, para que no le busquen y ajustarle cuentas y para eso contratan a un especialista de cine, pero después pasa lo que pasa, que la cosa se complica, y en fin... Tampoco le voy a contar el final no? - dije congelando una sonrisa nerviosa...
Aquel tipo me miraba absolutamente serio, y tuve la sensación de que mientras le explicaba la trama de la pelicula su único pensamiento era el de "este tio es gilipollas"
Así que con cierto desconcierto y acojonado de que me volviera a preguntar "Usted qué opina" le volví a decir:
- Si me dice el número de socio...
- EUSTAQUIO P I N A, me llamo E U S T A Q U I O P I N A, y no sé mi numero de socio, y, por favor, no me cuente el final, que ya la veo yo !!

Efectivamente, enseguida entendí por qué me miraba como diciendo: Pero qué coño hace este tio contándome la película cada vez que le digo mi nombre- , asi que por unos instantes los dos pensamos que ambos eramos ligeramente gilipollas.
Estuve a punto de hacerme el tonto y darle la pelicula sin más pero, no podía disimular la risa por la confusión y al final acabé explicándole el origen del malentendido.



Por eso os digo que nunca olvidaré el nombre de aquel socio.
Probad a decirlo.
Yo por más que lo intento vuelvo a oir "¿USTED QUÉ OPINA?"

3 de febrero de 2009

TRES CANCIONES QUE ME GUSTAN



"Playground love" de Air , forma parte de la banda sonora de la película Las vírgenes suicidas
Para oirla muy relajado. Tiene un violin sostenido de fondo, dos teclas de piano y un saxofón que emborrachan, y la lentitud de sus acordes le dan un toque embriagador.

"More than a feeling" de Boston. Esta es setentera pero me encanta. Habla del sentimiento familiar que provoca oir una vieja canción.
"Veo correr a mi Marianne, oigo esa vieja canción y siento algo más que un sentimiento..."

"Automatic Imperfection" de Marlango. Esta cancion la canta Leonor Watling, la actriz, ¿os suena? También tiene algo especial.



30 de diciembre de 2008

NOCHE DE FANTASMAS (Continuación)






Pasado casi un año de aquella grabación, llegó destinado al Cuartel de aquel pueblo un Cabo de la Guardia Civil procedente de Barcelona, que tenía en la misma proporción tanto interés como miedo sobre estos temas, le apasionaban los programas nocturnos sobre fenómenos paranormales, pero a la vez le aterrorizaban. Tras contarle la historia de aquella “psicofonía” decidimos que él sería la victima perfecta, así que nos dispusimos a ir sugestionándole con sutileza sobre todo tipo de fenómenos (algunos ciertos y otros pura invención) ocurridos en el Ayuntamiento.
La broma debía de ser perfecta, así, semanas antes de hacerla dejamos de hablar de temas esotéricos, en su subconsciente ya había suficiente información para que le llegara un “deja vu” de todo lo que había escuchado cuando comenzaran los efectos y no queríamos sobrecargar el ambiente.



.Al principio todo iba a consistir en fingir un fenómeno “Poltergeist”.
En aquel antiguo Retén había una mesa a modo de recibidor donde estaba la centralita, detrás de ella y desde hacía años, había apilada en una estantería una vieja máquina de escribir “setentera” que al parecer nadie se decidía a tirar. Nos pareció que conseguir hacer escribir esa máquina sola seria además de un “puntazo”, más que suficiente, pero nuestra imaginación se empezó a disparar y aquello acabó siendo sólo el primero de toda una serie de fenómenos paranormales.
La idea era utilizar a la pareja de Policía de servicio de gancho, citarles en el Consistorio sobre las tres de la mañana con la excusa de un café y que comenzara la “fiesta” .
Para el montaje teníamos a la persona ideal, un oficial apodado “MacGuiver”. Todo dicho ¿no? Es un autentico “manitas” y para esta ocasión se lució. Ató a las teclas de la máquina hilo de pescar, las pasó por debajo de una mesa y colocó varias cajas de folios para poder esconderse debajo. Las teclas elegidas: SOS mayúsculas. Cuando hicimos la prueba, la verdad, hasta sabiéndolo sobrecogía. Ver aquella vieja máquina con caries, escribiendo en un rincón sola era inquietante.
Después pensamos que probablemente cuando la viera se echaría varios pasos hacia atrás, con lo que quedaría situado justo debajo de la enorme lámpara central del recibidor, así que también atamos hilo de pesca a ésta, y alguien, desde la oscuridad de las escaleras tiraría de ella provocando un fuerte balanceo. A su vez, otro patalearía como si bailase claqué por la Sala de Plenos situada justo arriba del recibidor, provocando la sensación de ligero terremoto.
Si para entonces todo había salido bien, en ese momento intentaría salir de allí por piernas, si no le había dado un ataque ya, por lo que acordamos pasar el pestillo disimuladamente antes de comenzar la broma para abortar este intento mas que posible de huída.
Yo me imaginaba a aquel pobre hombre absolutamente presa del pánico, y me daba entre risa y miedo pensar en las consecuencias. Intenté convencer a los guionistas de aquella farsa que sería suficiente, pero a “McGuiver” se le ocurrió que pasando el hilo por detrás de las chinchetas de todos los folios que habían clavados al corcho del tablón de anuncios, éstas saldrían disparadas y a la par, los folios planearían por el aire. No estábamos seguros de si el efecto sería proporcional al trabajo pero lo probamos y aquello era lo mejor de la broma…. Espectacular efecto, el “summum” de la fiesta. Sólo nos faltaba una UVI móvil en la puerta para que fuera la broma perfecta, así que aunque algo acojonados por cómo podía responder a tal cóctel de fenómenos, nos la jugamos.
Yo estaba de servicio con una compañera de risa floja, que me preocupaba mucho que explosionara en algún punto crítico. Después de aleccionarla con algún truco por si le daba por descojonarse todo estaba listo.
En la noche de autos, una hora antes de la cita abrimos a los participantes, tres en total, todos compañeros fuera de servicio que tuvieron tiempo suficiente de preparar todo y colocarse en sus puesto.
El que estaba de servicio con el Cabo también sabía lo que iba a ocurrir, así que a la hora acordada llamamos por radio:
-Eco Charly para Delta 1
- Adelante para Delta 1
- Si no tenéis nada vamos a tomar un café en central, ¿os apetece?
- Recibido, vamos para allá.
Mientras llegaban empecé a ponerme nervioso, sabía que la broma tenía calidad suficiente para que se la tragara hasta el más escéptico, pero conociendo lo sugestionable que era aquel tipo, no estaba seguro de lo que iba a pasar, pero la verdad es que la broma no había empezado y ya nos lo estábamos pasando de miedo, nunca mejor dicho.
Al rato entraron por la puerta, cuando miré al “Malaguita” (compañero de servicio del Cabo) que sabía la que se avecinaba sofoqué una sonrisa nerviosa mordiéndome las mejillas por dentro.
El cabo se colocó apoyado en el mostrador, justo de cara a la máquina de escribir, mientras, mi compañera Cristina pasó con cuidado el pestillo de los portones de la entrada.
La clave para empezar la fiesta era decir “café”, dicho esto los fenómenos iban a sucederse uno detrás de otro.



.
Cristina se acercó a la máquina y con una moneda en la mano dijo:
-¿Alguien quiere un café?
-(Café)- pensé – (Esto va a empezar)
Mientras Cristina sacaba los cafés, yo ya estaba oyendo las teclas de la máquina sonar a mi espalda, pero el ruido de la máquina escupiendo el café lo disimulaba tanto que no se oía apenas.
“McGuiver” que era el encargado de hacerla funcionar bajo aquella mesa se dio cuenta y paró hasta que quedó todo en silencio y el Cabo colocado de cara de nuevo. Mientras éste movía el café con la cucharilla volví a oír a mis espaldas las teclas de la máquina, y tras ver como éste buscaba con la mirada de donde venía ese ruido vi un primer plano de su cara desencajándose:
-¡¡Diossss!! ¡¡¡Dios!!!- dijo vertiendo medio café en el mostrador.
- ¿Qué pasa? ¿Qué pasa? Le dijimos fingiendo extrañeza.
- ¡¡ Un fenómeno “Pols”!! – Gritó señalando aquella máquina- ¡¡Un fenómeno Pols!! ¡La máquina! ¡La máquina está escribiendo!! ¡¡Dios!!.
Nos volvimos todos de golpe y vimos como en aquel cacharro tres teclas se hundían y el carro iba moviéndose a medida que éstas golpeaban una y otra vez.
Tal y como habíamos previsto, éste se alejo unos pasos atrás mientras hacia todo tipo de muescas nerviosas y resbalaba sus grandes manos una y otra vez por su cara como quien no da crédito a lo que ve.
Nos acercamos con cautela a la máquina mientras éste seguía resoplando como un caballo.
Entonces dijo:
-¡¡¡Tiene una cadencia!! Tiene una cadencia, no lo oís?!! Es un mensaje en clave…- Dijo flipando comenzando a rebosar esoterismo.
- Ponle un folio- dijo Cristina, -¿A ver que quiere decir?-
Si aquello no se hubiera tratado de una broma sería yo mismo el que hubiera salido por la ventana de allí, pero fingiendo un acto heroico dije
- Yo se lo pongo!!
Tras enroscarle un folio salí pitado como si fuera a explotar un petardo para darle más credibilidad a la acción. La máquina dejó impreso su mensaje SOS SOS SOS, tiré del folio y le dije con falso pánico dejándolo sobre el mostrador:
-Mira el mensaje
-¡¡Dios!!- ¡¡Tenemos que salir de aquí!!- Está pidiendo ayuda!! Alguien está pidiendo ayuda!!! - diciendo esto se dirigió hacia la puerta, la lámpara llevaba un rato bailando sobre nuestras cabezas pero éste no miraba hacia arriba.
-¡Mira! Le dijimos todos señalando el techo para retardar su intento de salir de allí.
Cuando miró hacia arriba flexionó sus rodillas como un resorte, como intentando esquivarla a pesar de que estaba a casi dos metros por encima de su cabeza, y mientras ésta se balanceaba el techo comenzó a temblar, sonaba como un trueno lejano y la vibración parecía que se extendía al edificio entero. A todo esto, el que movía la lámpara, antes de que le dijéramos que mirara hacia arriba, le había dado con demasiado ímpetu al observar éste no se daba cuenta, lo que hizo que una de las tulipas se desprendiese, y fuera del guión previsto cayera al suelo rompiéndose en mil añicos.
-¡¡Ostia!! Tenemos que salir de aquí.- decía casi ahogándose.
Yo veía como a esas alturas Cristina estaba descojonándose sin miramientos, le dije que se fuera al aseo si eso ocurría, pero la tía no quería perderse un segundo de aquel show, pero el Cabo estaba tan absolutamente absorto y casi abducido por el pánico que no hubiera salido de su shock ni viendo aparecer a las “Mama Chicho” bajando por las escaleras cantando.
Intentamos moderar nuestro falso pánico para suavizar la sugestión pero éste no paraba quieto intentando salir.
-¡¡¡¿Cómo coño se abre esto??!! ¡¡Abrir la puerta!! ¡¡Estamos atrapados!!
-¡Espera!- le dije- Está el pasador echado, no estamos atrapados, ya la abro.- Le dije con la calma con la que se le habla a un loco, para tranquilizarle.
Justo en ese momento las chinchetas del tablón de anuncios salieron disparadas, y decenas de folios planearon por los aires en aquel recibidor que ya era la casa de los horrores.
Me apresuré a abrir la puerta porque a aquel hombre parecía que le iba a dar algo. Salió disparado sin mirar atrás, y no dejó de hacerlo hasta que llegó a una sucursal del BBV que estaba a unos cincuenta metros. Miré preocupado por si alguien que pasara por allí hubiera visto la escena; ver a un “picoleto” saliendo del Ayuntamiento corriendo como alma que se lleva el Diablo hubiera sido cuando menos difícil de explicar. Afortunadamente dada las horas no hubo ningún testigo de aquella carrera del pánico.
.
Mientras todos salían como “zombies” de sus escondites yo me dirigí hacia él ya dispuesto a decirle que era una broma, pero al verme acercarme sonriendo como si nada hubiera ocurrido debió pensar que el “Maligno” me había abducido, y yo iba a hacer lo mismo con él…. Hube de gritarle en medio de la calle que era una broma para que no siguiera corriendo.
Poco a poco nos acercamos al Ayuntamiento, mientras, le explicaba por el camino los pormenores, le llevaba cogido de un brazo como si fuera un anciano, pero no terminaba de reaccionar, por un momento me acojoné pensando si no le habríamos provocado un shock post-traumático o algo así, cuando entró en el zaguán de nuevo, con todos los “actores” anónimos descojonados, “McGuiver” se acercó a él y le dio una abrazo, y tras él todos los participantes.
- Pero qué pedazo de hijos de puta sois todos- dijo con una tímida sonrisa secándose el sudor de la cara con la palma de la mano.
-Buf!- pensé- por fin ha reaccionado-
Estuvimos un buen rato explicándole todos y cada uno de los fenómenos, y tras reírnos un buen rato dijo con cierto entusiasmo
-Esto hay que volver a hacérselo a otro pringao, cabrones!!

24 de diciembre de 2008

NOCHE DE FANTASMAS








Voy a contaros una fabulosa historia de fantasmas acaecida hace unos cuantos años ya en un pequeño pueblo de la provincia de Alicante, cuyo nombre voy a omitir, pues es el lugar donde trabajo, y a pesar de que los hechos ocurridos no fueron más que una broma perfecta, de alguna forma no se si es muy ético el contar dónde ocurrieron.
Os diré para quien no me conoce, que desde hace años, trabajo como Policía Local en ese pueblo. Por aquel entonces, las nuevas instalaciones de nuestro Departamento no habían ni comenzado a construirse, y teníamos el Retén Municipal en el mismo Ayuntamiento, un edificio de tres plantas coronado por un palomar que tiene un porte fantástico, bellísimo, pero no exento de cierto toque tétrico, especialmente de noche.
Aquel edificio tiene, dada su extraordinaria antiguedad, su historia. Se construyó por orden del Duque de Hijar, quien tenía numerosas propiedades por la provincia y fuera de ella y que acabó sus días en la cárcel acusado de conspirar contra el Rey. Pero en su esplendor fué toda una eminencia por aquellos años. En la guerra civil se utilizó como cárcel y Hospital, y todavía reza en su fachada con un vetusto azulejo sin brillo en el que se puede leer "Casa Consistorial y Cárceles del Partido".
Tiene dos pesadísimas puertas de madera y un espacioso recibidor, con una escalera central de mármol blanco que llevan a varias oficinas, el salón de Plenos y la Alcaldía. A partir de ahí, para subir al resto de plantas la escalera se torna lúgubre y descuidada, con escalones de yeso, paredes con humedad repintadas y una barandilla de gruesas varillas sin adorno alguno, como si condujeran a una mazmorra, aunque en realidad dan al Departamento de Urbanismo.
Durante el día tiene un ajetreo continuo de personal, que no hace reparar en que se pueda transformar en un lúgar casi fantasmagórico . Pero llegada la noche, con el silencio absoluto en todos los rincones y ese porte de mansión decadente, resulta un lugar inquitante...
Una noche estábamos de servicio junto con la Guardia Civil, que por entonces salían tres noches a la semana de servicio dada su escasa plantilla. Uno de los Guardias era muy aficcionado a las "psicofonías" y estaba deseando colocar una cinta en la planta superior, especialmente a raiz de haber tenido algún sobresalto alguna noche.
Personalmente yo he sido testigo de dos: en una ocasión oímos con claridad unos pasos en el Salón de Plenos. Todos los techos del Ayuntamiento son de enormes vigas de madera, cuando se camina por las plantas superiores el suelo tiene una vibración muy caracteristíca, parece que tiembla ligeramente todo el suelo a cada paso aunque se haga con suavidad, si te pones a dar saltos parece que se va a desplomar, pero es algo normal en construcciones de estas características. Pues bien, como os digo, una noche notamos perfectamente esa vibración y como la misma recorría de punta a punta el salón mientras todos mirábamos al techo desde la planta de abajo totalmente mudos.
En otra ocasión un compañero que estudiaba derecho algunas tardes de poco trabajo, nos llamó alteradísimo por radio pidiendo que fueramos rápidamente. Recuerdo que era una tarde de abril, con un sol magnífico y ni una pizca de viento. Cuando llegamos tenía la pistola en la mano y nos dijo con la misma excitación pero en voz baja: -Hay alguien robando arriba!!- Subimos lentamente las escaleras, como a cámara lenta, pero no se oía nada, mientras subía a su lado, no sabía qué conclusión le había llevado a pensar que estaban robando, pues allí no se oía el más mínimo ruido, pero preferí no preguntarle hasta comprobar que había arriba. Una vez allí, la tranquilidad era absoluta, el radiante sol inundaba la estancia y allí reinaba una calma absoluta, todo se encontraba en orden total.
Juanjo, que así se llamaba el compañero que nos avisó, bajó su arma apuntando al suelo y relajó su gesto a la vez que su cuerpo, y me dijo: - No os lo vais a creer.. Estaba abajo estudiando y he empezado a oir como se abrían y cerraban los archivadores de hierro, parecía como si estuvieran desvalijándolos, pensaba que estaban robando documentos....- Yo le insinué la posibilidad de que el ruido viniera de la calle, pero insistió en que no, que venían de arriba, y dado el gesto de desconcierto que tenía, le creí absolutamente.
Hay otras historias más pero creo que éstas son suficientes para ambientaros, además las otras no las he vivido yo y no puedo garantizaros su autenticidad...
He de deciros también como nota curiosa que muchas noches nos visitaba un simpatico ratón que rondaba impunemente mientras estabamos haciendo algún informe de madrugada y se paseaba por nuestras narices sin el menor atisbo de prudencia, tenía unos orejones que parecían dos antenas parabólicas, y lejos de asustarse cuando dábamos un chasquido para que se largara, te miraba totalmente quieto y con descaro enfocándote con su par de parabólicas.
Con todo este panorama ya tardábamos en poner una cinta a grabar. Finalmente una noche que coincidimos los "no escépticos" la colocamos en la parte intermedia del edificio, justo sobre el mostrador de mármol negro de Registros.
Nos bajámos abajo y decidimos que la dejaríamos unos diez minutos, el tiempo de tomar un café de máquina y fumar un cigarro. Transcurridos éstos subimos a por ella. Nada más bajar nos arremolinamos alrededor del radio-cassete y tras acomodarnos le dimos al "Play".....
Al principio escuchamos nuestros pasos, que sonaban infinitamente más sonoros en aquella grabación, y cómo dejábamos el aparato sobre el mostrador, después, cómo nos alejábamos del lugar y a continuación un silenció casi molesto. Se escuchaba ese zumbido mudo propio de una mala grabadora, estábamos con la oreja tiesa, afinando nuestro sentido del oído al máximo, deseando, a la vez que temiendo, que algún sonido extraño o alguna frase medio inteligible sonara. De vez en cuando alguien decía: -Páralo! Me ha parecido oir algo..- Pero todo era producto quizá de las ganas de percibir algo...
Transcurridos los diez minutos, que se hicieron eternos, nos habíamos tragado la grabación entera, y ni un sólo sonido, hasta que de nuevo volvimos a oir nuestros pasos volviendo a por la grabadora, el ruido de la puerta abriendose, el "¡clas! ¡clas! ¡clas!" al presionar los interruptores de la luz, el parpadeo de los fluorescentes encendiendose, una maraña de toscos ruidos al coger el aparato y el silencio total al apagarlo......
-¡Que fracaso!- apuntó alguien tras un silencio...
-Vaya chasco ¿no?- La gente comenzó a encender cigarrillos tras la tensión.
-Bueno...- Dije intentándo que se mantuviera la tensión- ¿Y si colocamos la grabadora en otro sitio... ¿Qué os parece en el palomar?...
Pero quizá por la decepción no hubo ninguna respuesta de entusiasmo.
A todo esto, mientras la gente apuraba sus cigarrillos, un compañero había vuelto a poner la cinta con muy poca voz pero pegada a su oído, y le prestó especial atención al momento en el que se oyen nuestros pasos para recoger la grabadora, que en la anterior audición apenas habíamos reparado, y de repente soltó gritando:
-¡¡¡Ostia puta!!!
- ¿¡Qué pasa!?- Respondimos todos a coro-
- ¡Ostia puta!-repitió-
-¡¿Qué?! Qué Qué!!?? - respondimos impacientes.
- Pero se oye algo!??
- ¡Que si se oye...!? Vais a flipar..! -Dijo con la cara desencajada-
Él muy cabrón no cesaba de rebobinar una y otra vez la cinta con la grabadora pegada al oído, y cada vez que lo hacía parecía flipar más. Nos tenía a todos en vilo pero a pesar de nuestra insistencia no explicaba nada. Cuando pareció estar seguro del todo nos dijo con una solemnidad acojonante. -Escuchad bien justo cuando le de al "PLAY". No os voy a decir lo que he oído para ver si entendeis lo mismo, pero... es acojonante-
De nuevo nos arremolinamos todos de golpe, esta vez nos empujábamos unos a otros intentando tontamente una posición de privilegio.
Había preparado la grabación en el momento justo, y personalmente yo, al igual que otros, la escuche con claridad a la primera. Justo cuando se oyen los interruptores, sobre nuestros pasos se oye una voz desafiante, no sabría decir si de hombre o mujer, quizá más bien de varias personas perfectamente sincronizadas diciendo al unísono, como intentando gritar pero en voz baja: -¡Hijos de perra venid!
Recuerdo que sentí un escalofrio brutal que me recorrió toda la espina dorsal, y los ojos se me hicieron acuosos como si fuera a llorar...
Estuvimos oyendo una y otra vez aquella grabación, y cada vez nos parecía más clara y más perfecta la frase, y ese tono... tan escalofriante, esas voces... Cuando llegó el turno de la mañana les pusimos la cinta sin decirles absolutamente nada, ya no sabíamos si estabamos demasiado sugestionados. Les dijimos aparentando total normalidad.
- Escuchad bien esto, y decirnos que oís.
Con la cara de alguien que se acaba de levantar a las 5,30 de la mañana nos dijo el primero en llegar tras escuchar el momento: ....¿Hijos de perra venir?....
-¿¡Lo veis!? No son imaginaciones nuestras!!
Comprobamos con estupor como cada compañero que llegaba, ajeno a la historia por completo, entendía perfectamente como aquella o aquellas voces decían: -Hijos de perra venid.
Recuerdo que durante días, esta historia me acojonó de tal forma que no era capaz de ir a mear sólo en el Ayuntamiento. La cinta se la mandamos a D. Pedro Amorós, un especialista en psicifonías y todo tipo de fenómenos paranormales, que tenía un programa de este tipo en Antena 3 hace unos años. El tío quedó impresionado con la psicofonía, y nos pidió realizar una con todo su equipo al completo. Finalmente lo hizo y consiguió grabar varias, aunque menos claras, así como un fenomeno habitual en lugares con "presencias", que es un golpe al micrófono cuando todo está en absoluto silencio.
Este hecho fué contándose de unos a otros, y pasados los años, se creó una sugestión perfecta en aquellos guardias novatos que llegaban. Les contábamos la historia, junto a otros casos raros, y algunos de ellos les acojonaba tanto el Ayuntamiento que no eran capaces de estar sólos en las oficinas. Decidimos que con la sugestión reinante, el ambiente era propicio para gastar la broma perfecta...
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CONTINUARA........

12 de diciembre de 2008

HABLANDO DE PLATERO...







He visto la historia de nuestro burro Platero en el blog de JuanRa Diablo.
Me ha evocado un sinfín de recuerdos leerla.
Como voy con retraso, me disponía a escribir en esa entrada un comentario de aquellos años , pero me sabía a poco y he preferido contaros algunas anécdotas al respecto.
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Recuerdo que todos los fines de semana deseaba ponerme mi penacho de plumas, coger un arco de rama de almendro que me hizo mi padre y que tiraba las flechas lejísimos y toda mi parafernalia de indio americano y salir por los alrededores del campo.
Por aquel entonces, lo que hoy son urbanizaciones y polígonos industriales eran bancales yermos, con cierta estética del Oeste, ideales para mis aventuras. En el momento en que me subía encima de ese burro me creía el indio más peligroso de todo el Oeste y disfruté mucho con todo aquello. No sé cómo tenía la cara de pasearme de esa guisa por algunos sitios.
Un día quise encontrar nuevos escenarios para mis fantasías aventureras, anduve a lomos de mi burro con mi ropaje de lujo: un vestido hecho por mi madre que me encantaba, mis plumas, armas y demás. Vivía tanto el papel que también decoré a Platero como lo hacían los indios auténticos con sus caballos antes de entrar en combate. Así, le puse una manta mulera, el rifle de juguete en su funda, decorado con plumas, un escudo a un lado hecho con una tapadera de cubo de basura y alguna cosa más. Me perdí por un camino, llegando a un bancal de olivos donde encontré a un grupo de gente recogiendo oliva. Se quedaron mirando asombrados preguntándose de dónde habría salido…. Uno de ellos me pidió subir al burro. Lo llevaba tan bien decorado que sentí cierto recelo de prestarlo. El burro parecía enano con ese hombre encima, sus piernas colgaban a los lados casi rozando el suelo y me desbarató la manta mulera, las plumas, el escudo y el rifle que quedaron en el suelo mientras aquel idiota se paseaba con Platero.
Mis paseos con Platero siempre eran suaves y apacibles, pero aquel tío le estaba dando una caña a la que no estaba acostumbrado, así que aquello tampoco debió hacerle gracia al burro que sacó su carácter y terminó por hacer que perdiera el equilibrio y lo tiró al suelo, mientras el resto del grupo se reía. Aquel tipo ni se disculpó por dejarme todo aquello tirado, pero recompensé a Platero por hacerle caer al suelo.
Porque he de decir también que el burro tenía muy mala leche. En el corral donde lo guardaba habían gallinas, y tenía la mala costumbre de intentar pisarlas con sus cascos. En alguna ocasión al entrar al corral encontré alguna clavada al suelo con las plumas esparcidas a su alrededor.
Recuerdo que teníamos una gallina que alguien bautizó con el nombre de Paciente. Era negra, con el cuello marrón brillante. Estaba enferma. Supuraba liquido por los orificios del pico y estaba casi inmóvil. Yo me encariñé muchísimo con ella, la cogía y la acariciaba con delicadeza, me gustaba que sintiera que estaba a salvo conmigo. A base de mucho cuidado fue recuperándose, pero desgraciadamente fue una de las victimas de esa homicida costumbre de Platero, al que odié con toda mi alma cuando entré aquella mañana al corral.
Una vez me encontraba colocando las riendas en su cabeza. Me disponía a salir a una de mis aventuras. Iba como de costumbre al detalle con mi atuendo indio. En aquella ocasión, llevaba un collar que me hizo mi madre con bulbos de rosa sin florecer, eran como unas bolas rojizas muy duras, que haciéndoles un orificio mi madre había ensamblado a modo de collar. Me encantaba aquel collar.
Aquel día, mientras le colocaba los aparejos para poder dominarlo, sus orificios nasales comenzaron a dilatarse al percibir el aroma de aquel adorno. Yo andaba tan distraído intentando abrochar el grueso cuero de las riendas con aquella oxidada hebilla que no me di cuenta de que en un momento dado alargó su cabeza hacia mi cuello y dispuso los labios como si fuera a darme un beso. Cuando me quise dar cuenta le tenía tirando de mi collar con sus dientes. Tiraba de él pero no se rompía con lo que yo iba siguiendo los movimientos de su cabeza en la dirección en la que tiraba para que no lo rompiera. Estuve así una eternidad o eso me pareció. Al final casi deseaba que se rompiera de una vez porque sus tirones eran terribles, pero aquello no se rompía ni por asomo. "¡Qué bien hecho está el jodido collar- pensaba -¡qué arte tiene mi madre!"
Al final el collar cedió a las embestidas de su dentadura. Nada más arrancármelo se colocó en un rincón, de culo, para que no me acercara a él. Sabía que no me acercaría porque yo le tenía pánico cuando se colocaba de culo, pues en alguna ocasión soltó alguna patada al aire que me hizo imaginar lo que debía doler eso.
Así que aquel jodido burro se quedó de culo, con el collar colgando de su boca mientras iba desapareciendo poco a poco a medida que lo masticaba con parsimonia y sin inmutarse ante mis gritos de impotencia.
Como decía, el burro era bastante desagradable con todos los animales en general, también odiaba a nuestro perro Tranquilo al que mordía a traición siempre que podía. A pesar de ello, la nobleza de aquel perro hizo que aunque en teoría debería haberse alegrado de que un día se lo llevaran, el día que esto ocurrió, Tranquilo también desapareció.
Mi padre había acordado con el hombre que lo compró que fuera al campo a llevárselo, cosa que hizo a tempranísima hora de la mañana mientras todos dormíamos. Pero "Tranquilo" consideró que el hecho de que un desconocido entrará en su territorio a llevarse algo nuestro era algo que no debía permitir, aunque se tratara de ese estúpido burro que tantas veces le mordió el culo. Así que, tras varios días desaparecido, un día en que mi padre me vio muy preocupado por la ausencia del perro se quedó pensativo durante un buen rato y me dijo: "Sube al coche, ya sé donde está Tranquilo
No sé cuantos kilómetros hicimos, pero llegamos a una casa de campo... y Tranquilo estaba allí!! Vino a recibirnos loco de alegría. De repente salió un hombre de aquella casa que desde la lejanía no pudo reconocer a mi padre. Al ver que aquel perro estaba junto a nosotros espetó sin atreverse a acercarse: - ¡¡¿Es de ustedes ese perro?!! – Mi padre se acercó a él y le explicó lo sucedido. El hombre confesó que desde que se llevó el burro de casa no le dejaba vivir, que cada vez que salía le ladraba ferozmente y que lo tenía en la puerta de su casa como un centinela.
Mi padre escribió hace poco en su blog un artículo sobre Tranquilo, nuestro perro. Contó muchas de las peculiaridades de este magnifico y noble animal al que todos quisimos mucho, pero no contó ésta que viene al caso hablando de Platero.